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Subir a puntas, el momento más especial

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Luego de un largo y constante entrenamiento, de práctica y ejercitación, una bailarina de danza clásica está lista para subir a puntas y comenzar a desarrollar esta tan ansiada técnica.

Muchos factores intervienen en este momento: el desarrollo físico del estudiante, su control y estabilidad abdominal, pélvica y del torso, la alineación de sus caderas, rodillas, tobillos y pies, así como la fuerza y flexibilidad de estos últimos. Asimismo, por supuesto, es fundamental considerar la duración como la frecuencia de sus estudios.

El uso de puntas es muy esperado por cada bailarina, un premio al esfuerzo de muchos años, a la constancia y la entrega. Cada pequeña parte de su pierna y su pie se ha preparado, articular como muscularmente, para continuar, ahora, con esta nueva etapa del estudio de la danza clásica.

¿Qué significa subir a puntas?

Para comenzar a bailar en puntas, es muy importante que una bailarina conozca sumamente bien sus pies, como todo su cuerpo. Cada parte de este influye a la hora del movimiento y su desarrollo adecuado es fundamental para la evolución de una técnica correcta como cuidada.

El desarrollo de la técnica de puntas suele comenzar al cuarto año de estudio, en bailarinas que cursan, al menos, sus clases dos veces por semana. Aunque subir a puntas sea un momento mágico, que genera ansiedad y deseo, es fundamental que la bailarina se encuentre físicamente preparada para hacerlo. De otro modo podría sufrir significativas lesiones.

Por ejemplo, aquellos estudiantes que aún presenten un control inseguro del centro de su cuerpo o no cuenten todavía con la fuerza y manipulación correcta de sus pies y tobillos deben, en primer lugar, trabajar el fortalecimiento adicional de los mismos, como de su torso y abdomen. Para iniciar, luego, el entrenamiento de puntas sin riesgos.

¿Cómo logran nuestros pies subir a puntas?

Los numerosos músculos que forman nuestro pie son los que nos dan la fuerza necesaria para subir a las puntas. También, cumplen una función imprescindible el arco del pie y el abductor del dedo gordo, ubicado justo debajo del metatarso de este dedo. Ambos dos son fundamentales en los movimientos de subida como de bajada de las puntas, y controlan la transición entre la media punta y la punta propiamente dicha.

Del mismo modo, el empeine cumple un rol esencial a nivel óseo y articular. Lo mismo hace el maléolo interno, que es el hueso de la parte interior del tobillo, y las falanges de los dedos.

Cada uno de estos elementos construyen la estructura del pie que una bailarina necesita para la correcta colocación dentro de las puntas. Sostenida, por supuesto, por el pertinente trabajo muscular, que incluye, además, el desarrollo de la cara interna de la rodilla y del gemelo interno de la pierna. Pues, ambas partes están en conexión con el pie y habilitan la rotación y el empuje necesarios para subir y bajar de las puntas.

Por su parte, los saltos son posibles gracias al trabajo del tendón de Aquiles, en nuestro pie. Se trata, sin embargo, de un punto muy sensible que requiere cuidados especiales. Una mala ejecución y desarrollo de la técnica afecta, principalmente, a esta parte del pie.

Como puedes apreciar, el pie es una estructura muy compleja. Está compuesto por una variedad de huesos, músculos y ligamentos que desde el inicio deben ser correctamente preparados, anatómica y mecánicamente, para el entrenamiento de puntas.

Así y todo, la danza clásica no deja de ser un medio de expresión y un espacio de experimentación. Contar con el par de puntas adecuado también es esencial al momento de la práctica. 

Cada bailarina deberá elegir el suyo, de acuerdo a las características de sus propios pies y los requerimientos de su entrenamiento. Marcas especializadas, como Hardance, brindan una importante variedad de modelos que se adaptan a las necesidades de cada intérprete.

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